Altagracia: un tesoro

Narciso Isa Conde

Esta semana asistimos con dolor, con orgullo y alegría, al fallecimiento de Altagracia del Orbe, militante comunista de toda la vida (en el PSP- PCD y mas allá… aun imposibilitada por su edad de militancia orgánica), miliciana de la revolución cubana, fundadora de la Federación de Mujeres Dominicanas, combatiente de abril de 1965, madre del expedicionario de junio de 1959 Manuel del Orbe y esposa del heroico dirigente obrero Justino José del Orbe.
Con dolor porque tendremos que prescindir de su cariño y ternura. Con orgullo por haber compartido con ella cincuenta años de su  trayectoria, de su cariño y capacidad de amar al pueblo oprimido.
Con alegría, porque ella consagró su vida, su relación familiar, su amor por Justino y sus hijos, su lucha por la libertad y el socialismo a la felicidad de los demás.
Altagracia fue un tesoro humano. Es y será un tesoro de esta sociedad.
Un tesoro al que el poder condenó a la cárcel, al exilio, a la persecución, a la pobreza, al abandono, al silencio de sus virtudes y al olvido calculado de  su ejemplo.
De origen humilde, recia honestidad, modestia impresionante, convicciones comunistas inconmovibles en política y en su condición humana,  sincera lealtad  a la revolución cubana, ternura conmovedora y acerada firmeza ética y revolucionaria… Altagracia encarnó  una hermosa subversión contra los antivalores predominantes, que el “orden establecido”  decidió minimizar.
Así adquirió la condición de heroína ignorada por la clase dominante-gobernante y  centros  de opresión, explotación, discriminación, corrupción, enajenación y delitos de Estado. Heroína  con más de  ochenta años de ejercicio: ingresó al combate a los quince y falleció a los noventa y ocho.
Heroína discriminada por todos los poderes a largo de toda su existencia  -incluido el “mediático”- que estuvo ausente  en sus honras fúnebres, para confirmar así el valor de su obra y su conducta.
Este gobierno es experto en manipular la memoria histórica y en  premiar, post-mortem o en vida,  cuando le sirve a su proverbial perversidad, o  media la renegación.
El problema para esa gentuza es que a seres como Altagracia no hay manera de manipularlos o  de excluir su “espíritu” de las gestas  que llevarán al basurero de la historia a opresores, traidores y renegados.

 
Barahona, República Dominicana.