Las cualidades humanas


Ramón Alberto López Inoa
 Ramón Alberto López Inoa / elexpresodelsur

No soy dado a publicar reflexiones de carácter personal, pero esta vez quiero compartir con mis lectores y lectoras la que considero una de las condiciones más valiosas del ser humano: su capacidad para romper el cerco de su adversidad y labrarse para sí lo que se proponga.

A veces suelo preguntarme ¿por qué hay personas que su vida parece estar signada por la impronta de las aspiraciones no satisfechas y pendulada entre vaivenes verdinegros, entre fluctuaciones de claroscuros y penumbras de una tragedia existencial?

Muchas veces, si no siempre, se necesita más valor, más entereza, para romper con algo que nunca debió darse y que, por demás, ya perdió su razón de ser y empezar de nuevo, que seguir con ello para evitar supuestamente la condena de los demás, acomodándose al hastío y a la costumbre, cargando una cruz que quizás nunca debió tomar.

Siempre recuerdo aquella metáfora del tiburón que utilizó el Prof. Juan Bosch en una carta en la que le decía a Trujillo que así como el tiburón “es un ejemplo de un ser vivo nacido para atacar y vencer (…), arrogante vencedor de los abismos marítimos, puede ser inutilizado y destruido por un cambio en su ambiente natural”, de esa misma manera, pienso, que los momentos cruciales de la existencia del ser humano son el fruto del designio de otras voluntades y de las ingratitudes con que éstas suelen canjear la entrega que una vez se les hizo.

Siempre he sentido cierta fascinación por la leyenda griega del Icaro. ¿Cómo es posible, me he preguntado muchas veces, que exista alguien condenado al fracaso perpetuo, a pesar de poseer la disposición y la capacidad para vencerlo? Así, cuando pienso en el Icaro visualizo aquellas dos alas rotas flotando perdidas en la superficie de las aguas marinas, así como también veo perdidas aquellas ansias de vivir bajo una cobija segura y con la compañía de alguien que nos merezca.

Si no hubiese sido por su determinación aún el hombre estuviera en las cavernas alumbrándose con antorchas, por eso tengo la fe de que, más tarde o más temprano, alcanzaré las metas hasta ahora negadas y puedo asegurar que no sucumbiré ante las adversidades.

 
Barahona, República Dominicana.